Tecnología y Derechos

¿Qué es el absolutismo de la libertad de expresión? ¿Quién es un absolutista de la libertad de expresión? Ejemplos, pros y contras

Elon Musk se autodenominó "absolutista de la libertad de expresión" cuando anunció que compraría Twitter. Pero, ¿qué significa realmente esto? Lo que puede sonar bien en la teoría quizá no lo sea en la práctica.

by Eleanor Brooks & Jonathan Day

Elon Musk, un empresario polarizador y autoproclamado "absolutista de la libertad de expresión", ha anunciado su intención de comprar Twitter y declarado que dado que la plataforma de redes sociales (una entidad privada) no protege adecuadamente la libertad de expresión, eliminará ciertas restricciones respecto a lo que las personas usuarias pueden decir.

Su iniciativa ha sacudido las redes sociales y ha provocado un aluvión de artículos y opiniones sobre el futuro de Twitter. Pero, sorprendentemente, apenas se ha hablado de una idea que está en el meollo de sus acciones: el absolutismo de la libertad de expresión. ¿Qué es? ¿Puede Musk considerarse un absolutista de la libertad de expresión?

¿Qué es el absolutismo de la libertad de expresión?

El absolutismo de la libertad de expresión tiene sus raíces en teorías filosóficas que se remontan al siglo XVII, pero fue planteado por primera vez como un principio definido por el defensor de la libertad de expresión y filósofo del siglo XX Alexander Meiklejohn. Meiklejohn sostenía que, para que una nación se considere autónoma, el pueblo debe poder expresarse libremente sobre asuntos relacionados con el autogobierno sin que los gobiernos o el Estado impongan ninguna limitación a la expresión.

Sus escritos se referían a Estados Unidos, y gran parte de sus ideas se planteaban en el contexto del derecho constitucional estadounidense. De hecho, la propia idea de "absolutismo" (que existen ciertos principios absolutos en materia política, filosófica, ética o religiosa) es una idea estadounidense. En teoría, un absolutista de la libertad de expresión dudaría mucho (o se negaría) a trazar una línea divisoria entre la libertad de expresión y el discurso del odio en la mayoría de los contextos, y en todos aquellos en los que el discurso pudiera considerarse político. Todos los países de Europa Occidental, sin excepción, se definen en oposición a la posición absolutista estadounidense cuando se trata de la incitación al odio.

Los absolutistas de la libertad de expresión creen que, para que una nación se considere autónoma, sus habitantes deben poder expresarse libremente sobre asuntos relacionados con el autogobierno sin que los gobiernos o el Estado impongan ninguna limitación al discurso.

Este compromiso con el autogobierno, en opinión de Meiklejohn, justificaba y constituía la base del derecho constitucional a la libertad de expresión sin restricciones garantizado por la Constitución de Estados Unidos, y garantizaba su carácter absoluto, es decir, que no debía debilitarse ni diluirse para adaptarse a otros valores sociales.

Sin embargo, su interpretación no se extendía a la expresión privada sobre temas que no son de interés público. Así, mientras que el derecho a publicar tus opiniones sobre un tema social está salvaguardado, aunque puedas ofender a otras personas, Meiklejohn creía que no puedes ampararte en la libertad de expresión para insultar a alguien en la calle.

Por tanto, el absolutismo de la libertad de expresión es la creencia de que todas las personas tienen un derecho inalienable a la libertad de expresión política, y que el Estado no puede introducir ninguna ley que lo restrinja, ni tampoco a sus derechos asociados, como la libertad de religión, de prensa y de asociación.

¿Quiénes son los absolutistas de la libertad de expresión?

La mayoría de la gente considera que la libertad de expresión es importante. Desde el punto de vista político, permite que contribuyamos de forma significativa a decidir cómo se gobierna y a que estemos informados sobre lo que ocurre en la sociedad. A nivel personal, la libertad de expresarnos como queramos, desde la forma de vestir hasta los libros que leemos, es intrínseca a nuestra condición de personas y a nuestra felicidad.

Pero eso no nos convierte necesariamente en absolutistas de la libertad de expresión.

A pesar de disfrutar de estas libertades, la mayoría de las personas pensamos que todo discurso debe estar protegido, si tiene una motivación política. Pero si, por ejemplo, alguien pronunciara un discurso público apoyando a un determinado político o idea política y terminara llamando a la gente a cometer actos de violencia contra quien se opusiera, no entraría dentro de la libertad de expresión, sino del discurso del odio, que no está protegido.

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Los absolutistas de la libertad de expresión creen que cualquier limitación de la expresión política se adentra en un terreno peligroso. Consideran que cualquier restricción de la libertad de expresión, incluida la expresión insultante o incorrecta, supone la designación de guardianes que decidan lo que se puede y no se puede expresar en público. Este proceso está plagado de peligros: es propicio para el abuso, no hay un consenso claro sobre quién estaría cualificado para determinarlo, sin olvidar el hecho de que lo último que debería querer una sociedad libre es que plataformas como Twitter y Facebook se convirtieran en árbitros de la libertad de expresión.

El elemento central de la convicción de un absolutista de la libertad de expresión es la idea de que solo a través de un intercambio libre de opiniones podemos llegar a la "verdad". Lo que también se conoce como el "mercado de ideas", una noción que tiene su origen en la obra de John Milton del siglo XVII, y más concretamente en los escritos del filósofo John Stuart Mill en el siglo XIX. El mercado de ideas sostiene que la verdad emerge de la competencia de ideas en un debate público libre. Y es probable que esta sea lo que Musk tiene en mente, ya que ha llegado a decir que Twitter debería ser una "plaza digital donde se debatan asuntos vitales para el futuro de la humanidad".

Sin embargo, incluso dentro de la camarilla de absolutistas de la libertad de expresión, existe un desacuerdo sobre el alcance de la teoría. Por ejemplo, no todos están de acuerdo con la opinión de Meiklejohn de que solo el discurso político entra dentro de los límites de la libertad de expresión. Y Musk probablemente es uno de ellos. Después de todo, ha utilizado su propia cuenta de Twitter para acusar sin ninguna base a un buzo británico de ser un pedófilo y ha dicho que, si la venta se lleva a cabo, restaurará las cuentas de personas -incluido Donald Trump- que difundieron desinformación sobre COVID-19 y alentaron la violencia tras las elecciones estadounidenses de 2020.

Absolutistas de la libertad de expresión en el mundo: antes y ahora

Los prestigiosos juristas estadounidenses Hugo Black y William Douglas, que formaron parte del Tribunal Supremo, eran absolutistas de la libertad de expresión y sostenían una interpretación literal de la Primera Enmienda. En su opinión, todo tipo de expresión debe ser libre, con algunas excepciones. Por ejemplo, ciertas conductas expresivas (es decir, conductas que pretenden transmitir un mensaje) no estaban protegidas, como un falso grito de "fuego" en un cine, y debían ser consideradas (y reguladas) como acciones y no como palabras. Douglas, que temía que cualquier límite a la libertad de expresión corriera el riesgo de un cambio gradual hacia la conformidad impuesta por el Estado, consideraba que toda la expresión política estaba protegida.

Sin embargo, hoy en día muchas personas piensan -posiblemente incluso el propio Musk- que el absolutismo de la libertad de expresión va mucho más allá del discurso político, que tiene que ver con los cambios culturales, sobre todo en Estados Unidos. El absolutismo de la libertad de expresión ha ganado adeptos en los últimos años como reacción a la llamada cultura de la cancelación: las decisiones de entidades privadas, como universidades o editoriales, de retirar la invitación a determinados oradores o negarse a publicar libros de ciertas personas con un historial de comentarios públicos incendiarios.

Por supuesto, muchos de estos no implican problemas de libertad de expresión: las entidades privadas no tienen la obligación de brindar una plataforma equivalente a todo el mundo en Estados Unidos. Pero mucha gente opina que estos casos son violaciones de la libertad de expresión. La eliminación de la cuenta de Twitter de Donald Trump es un buen ejemplo. Si Twitter se atiene a las normas y procedimientos, tenía todo el derecho a prohibir la cuenta de Trump. Y, sin embargo, casi todas las reacciones de la derecha política afirmaron que se trataba de una violación de la libertad de expresión.

Pros y contras del absolutismo de la libertad de expresión

Una virtud del absolutismo de la libertad de expresión es que nos permite eludir algunas cuestiones muy complejas que requieren respuestas casi imposibles de consensuar. Si no toda la expresión es libre, ¿quién decide qué está protegido y qué no, y cómo evitamos que esos guardianes abusen de su poder?

Resulta difícil responder a estas preguntas sin hacer juicios de valor sobre lo que es "bueno" o "malo" y "correcto" o "incorrecto", lo cual podría convertirse en una pista resbaladiza que condujera a la censura. Sin embargo, el absolutismo de la libertad de expresión no garantiza que se escuche la voz de todo el mundo. Cuestiones como la desigualdad de acceso a las plataformas y los modelos de negocio de las redes sociales, que priorizan los ingresos, implican que algunas personas siempre tendrán dificultades para lograr que se les escuche, mientras que otras se amplificarán.

El futuro del absolutismo de la libertad de expresión: ¿a dónde nos lleva?

Elon Musk ha asumido el papel de absolutista de la libertad de expresión del siglo XXI. Al igual que sus antepasados, el director general de Tesla ha descrito la libertad de expresión como "la base de una democracia que funciona", y en eso tiene razón. Pero no está en absoluto claro que vaya a utilizar Twitter, que planea privatizar, con intenciones puras.

A pesar de sus altisonantes declaraciones, Musk cuenta con un historial de silenciar a su crítica. Por poner un ejemplo, un antiguo empleado de Tesla fue despedido por plantear problemas de seguridad sobre una función del piloto automático en su canal de YouTube. Esto revela la incongruencia de Musk sobre el tema. Desde un punto de vista legal, esa acción no tiene nada que ver con la ley de libertad de expresión. Y, sin embargo, las palabras del ex empleado constituyen exactamente el tipo de "libertad de expresión" que Musk dice defender.

Incluso si buscamos el absolutismo de la libertad de expresión, seguirá habiendo guardianes que controlen el contenido que consumimos. Ya sean los multimillonarios que compran medios de comunicación y plataformas de redes sociales, o los editores de revistas que deciden qué noticias se publican, la mayor parte de lo que leemos ha sido decidido por otra persona. Un enfoque más realista permite que estas conversaciones se produzcan de forma pública.

La Ley de Servicios Digitales que pronto aprobará el Parlamento Europeo es un ejemplo de ello. Transitar la línea entre la regulación y la libertad de expresión sin caer en la censura es una tarea delicada que requiere muchas voces, por ello Liberties ha trabajado intensamente para tratar de que el texto final proteja la libertad de expresión y las plataformas, como Twitter, sigan las normas y creen mecanismos transparentes y eficaces de reclamación y reparación en caso de eliminación injusta de contenido.

Y sean cuales sean sus planes para Twitter, en Europa hasta Musk está obligado a cumplir la Ley de Servicios Digitales.

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