El matrimonio se casó por el rito islámico en 2014. Un año más tarde, la pareja se separó y la mujer pidió el divorcio. El hombre solo se divorciará si la mujer le devuelve las joyas de oro que le regaló en la boda por el valor de 4000 euros.
El hombre alega que el divorcio solo puede ser declarado por un juez de la Sharia, de conformidad con la ley islámica, y por lo tanto, insiste en que el tribunal de Oost-Brabant no tiene competencia alguna. El tribunal dictó que un juez quizá no pueda anular el matrimonio, pero si tiene competencia para determinar si se está cometiendo un acto ilícito al negarle el divorcio a la mujer. Según el tribunal, este es el caso.
Violación de la libertad
Si el matrimonio continua, sería una violación de las libertades y derechos de la mujer, según el tribunal. El matrimonio religioso constituye un impedimento para que la mujer pueda inicar una nueva relación. Sin un divorcio bajo la ley islámica, el entorno social de la mujer continuará viéndola como una mujer casada, por ello, correría el riesgo de ser excluida de su círculo social en el momento en iniciara una nueva relación.
La mujer en un lugar inferior
El tribunal considera que el matrimonio religioso puede dar pie a que la mujer ocupe una posición inferior, en la que está obligada a obedecer al hombre. Esta desigualdad fundamental entre la mujer y el hombre -que en sí misma contradice la igualdad de género constitucional- continua dándose si no se le permite el divorcio a la mujer. La mujer no puede exigir legalmente el divorcio bajo la ley islámica; sólo el hombre puede hacerlo, por medio del repudio (pronunciando el talaq).
Además, si la mujer iniciara una nueva relación, correría el riesgo de un crimen de honor y de la persecución en Irak, su país de origen. En Irak esto sería considerado adulterio, que es un delito. El hecho de no permitir que una mujer se divorcie por razones económicas también es un acto ilícito, según el tribunal .