Tecnología y Derechos

Orgullo y Prejuicio: se excluye a trabajadores sexuales del Orgullo de Budapest

El Orgullo es un movimiento que lucha contra la exclusión social y la discriminación, pero ¿qué pasa cuando los propios organizadores excluyen y discriminan a quienes más apoyo necesitan, los trabajadores sexuales LGTBI? Esto es lo que ocurrió en Budapest

by Peter Sarosi
Photo: Drugreporter.net

La misión de nuestra organización, Rights Reporter Foundation, es defender los derechos humanos de grupos vulnerables, como los consumidores de drogas o las trabajadoras sexuales, sobre todo a través de la publicación de vídeos y artículos para educar al público.

Por ello, aceptamos encantados la invitación al Orgullo de Budapest, para participar en el equipo de video y documentar cualquier abuso de derechos humanos que pudiera suceder en la marcha de este año, el 2 de julio.

Desgraciadamente, nuestra alegría no duró mucho. Nos llegó que los organizadores habían excluido del programa oficial un taller sobre trabajo sexual organizado por la Asociación Húngara de Trabajadores Sexuales y la Asociación Transgénero Transvanilla. Según los organizadores, esta taller suponía una amenaza para el el Orgullo, porque da a entender que el trabajo sexual es un oficio voluntario, cuando en realidad es una institución basada en la opresión patriarcal.

La Asociación Húngara de Mujeres ofreció su local para el taller sobre trabajo sexual, tras el rechazo de la organización del Orgullos Budapest, e hicimos un video sobre el acto.

No nos gustaron los argumentos de la organización y decidimos no participar en el equipo de video de la marcha.

Incluso si consideráramos que todas y cada una de las personas que ejercen trabajo sexual es víctima de la violencia y la explotación, y realiza ese trabajo por que se ve forzada a hacerlo, resulta absurdo negarse a escuchar el relato de su expriencia desde su propio punto de vista.

La falta de vivienda es frecuentemente una consecuencia de la explotación social, pero no se nos ocurriría excluir a las personas sin hogar del discurso público, ni aunque ellas mismas no se consideraran víctimas. Forzar que las trabajadoras sexuales acepten el papel de víctimas impotentes, es tremendamente paternalista y conduce, inevitablemente a una estigmatización mayor..

¿Nos parece ético denegar a las personas más afectadas por una situación, el derecho a hablar, simplemente porque creemos que no ven su situación de manera adecuada?

Se puede acudir al taller, por ejemplo, y cuestionar, debatir sus posturas, se puede tratar de dar voz a los grupos menos representados de los afectados, también se puede dar visibilidad a otras perspectivas facilitando que otros grupos también organicen un taller, pero no es legítimo cuestionar la autenticidad de su experiencia y negarles la posibilidad de hablar.

"Nada sobre nosotros sin nosotros"

El otro argumento de los organizadores: "que sólo consentirían que se realizara un taller que representara los múltiples puntos de vista", es igualmente débil. El año pasado, permitieron que se realizara un panel sobre perspectivas feministas del trabajo sexual, en el que solo participaron académicas abolicionistas, sin representación de ninguna persona que ejerza trabajo sexual.

Si tomamos en serio el principio de "nada sobre nosotros sin nosotros", resulta igual de inaceptable no invitar a ningún trabajador sexual a un taller sobre trabajo sexual: Sería como organizar una conferencia sobre derechos de la mujer y negarse a invitar a ninguna mujer a que participe.

Los trabajadores sexuales tuvieron un papel fundamental en los orígenes del movimiento del Orgullo, cuando los trabajadores sexuales transgénero se amotinaron contra la policía en 1969, para protestar contra la violencia y el abuso. De acuerdo con algunos testimonios, el primer ladrillo lo lanzó una trabajadora sexual transgénero latina, Sylvia Rivera, que más adelante fundó STAR (Street Transgender Action Revolutionaries) y participó en el movimiento LGBTI por los derechos civiles en los años 70. El movimiento por los derechos de las personas LGBTI y el movimiento por los derechos de los trabajadores sexuales están entrelazados inseparablemente.

Injusticia social

En el corazón de ambos movimientos encontramos los mismos principios: el derecho del individuo a la libertad sexual, el derecho a una vida privada tranquila, también en el dormitorio, y no sufrir discriminación por la orientación sexual o identidad de género.

A menudo, los jóvenes LGBTI se ven mucho más afectados por la falta de vivienda, la pobreza, el desempleo y la exclusión social que sus pares hétero/ cisgénero, por lo que muchos acaban buscándose la vida en la industria del sexo. Un número importante de personas transgénero son trabajadores sexuales, y la gran mayoría de los homicidios tránsfobos se cometen contra trabajadores sexuales trans.

Si no somos capaces de escuchar a los profesionales del sexo, estamos excluyendo a una parte importante de las personas trans del discurso público sobre su propio destino.

No se trata de negar la injusticia social manifiesta en este campo, evidentemente, los trabajadores del sexo están sujetos a múltiples formas de explotación y abuso. Esto no significa, sin embargo, que la mayoría de los trabajadores sexuales sean víctimas de la trata de personas, productos que se venden y compran en un mercado, sin conciencia ni capacidad de decisión propia.

Los trabajadores del sexo suelen ser víctimas de un doble estigma y abuso, precisamente porque la sociedad les estigmatiza y el Estado criminaliza el intercambio de servicios sexuales consentidos, y no hace ninguna distinción alguna entre el tráfico de personas y el trabajo sexual. Los clientes del Stonewall Inn, no solo luchaban contra la discriminación por la orientación sexual LGBTI, sino también contra esa actitud condescendiente hacia el trabajo sexual.

Video: Istvan Gabor Takacs

Fuente: Drugreporter.net

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