Tecnología y Derechos

Una activista estudiantil por los derechos de los migrantes se sienta en el banquillo en Lituania

Está acusada de incitación a la violencia por protestar contra las malas condiciones en los centros de acogida de migrantes y refugiados.

by Meta Adutaviciute

Una estudiante de Historia de 24 años de edad, Viktorija Kolbešnikova, está siendo juzgada en Lituania, acusada de incitación pública a la discriminación, la violencia y la destrucción física de grupos nacionales y sociales.

Viktorija fue una de las cuatro personas, identificadas por las cámaras de vigilancia, que pegaron carteles en todo el casco antiguo de Kaunas en la noche del 16 de febrero de 2015. "¡Fuego a Rukla, deportación del gobierno, migrantes bienvenidos!", decían los carteles de protesta contra las políticas migratorias restrictivas del gobierno.

Silenciar las críticas

Alguien avisó a la policía, que inmediatamente arrancó los carteles y puso en marcha una investigación criminal. Dos personas fueron identificadas, una de ellas Viktorija, que suspendió sus estudios en la Universidad Vytautas Magnus después de convertirse oficialmente en sospechosa en el caso.

En junio del año pasado, Viktorija presentó una solicitud ante las autoridades investigadoras pidiendo el archivo de la investigación en razón de que se trataba de una protesta contra el maltrato a los migrantes y refugiados, incluidos los que viven en Rukla.

No obstante, el fiscal decidió llevar el caso a los tribunales, convencido de que la estudiante tenía el propósito de incitar a la violencia.

Condiciones deprimentes

La aldea apartada de Rukla alberga un centro de integración de refugiados, donde la mayoría de los refugiados en Lituania pasan su primer año aprendiendo el idioma local, toman cursos de formación profesional y buscan un empleo.

Rodeado de bosques, el centro está cerca de un campo de adiestramiento militar básico, cuyos ruidos recuerdan a algunos de los refugiados la misma guerra de la que han huido.

Las escasas oportunidades locales de empleo y una asignación mensual de solo 71€ les obligan a vivir en la pobreza, sin medios para viajar a buscar trabajo en otros lugares. Algunos de los refugiados se sienten cada vez más aislados, lo que hace que predominen los estados de ánimo depresivos en el centro.

"Rukla - es eso. Una zona de muerte. Cuando entras, ya no tienes ganas de ir a ninguna parte, porque no hay ningún sitio donde ir", afirmaba uno de los internos del centro en una entrevista para un estudio realizada en 2013.

Trato ilegal

Sin embargo, las condiciones en Rukla son bastante dignas en comparación con el tratamiento que reciben los solicitantes de asilo y los migrantes sin papeles en Pabradė, el centro de registro de extranjeros, que está dirigido por agentes de la guardia de fronteras, y, por extraño que parezca, linda con otro campo de entrenamiento militar - el más grande del país.

Un tanque rueda por un campo de entrenamiento en Rukla durante las maniobras del verano pasado. La presencia militar allí recuerda a muchos refugiados la guerra de la que huyeron. (Imagen: Army Europe Images)

El centro es conocido por su duro entorno psicológico y por las tensas relaciones entre los guardias y los detenidos, que a veces estallan en incidentes de violencia.

Ha habido informes que dicen que hay guardias que se dirigen a los habitantes del centro por sus números de serie en lugar de sus nombres y que se refieren a ellos como "ilegales" (nelegalai), un término despectivo usado en Lituania para referirse a los migrantes sin papeles.

Consignas nacionalistas

Es probable que la llamada de atención sobre el trato a los migrantes y refugiados no fuera el único objetivo de los activistas aquella noche. La fecha elegida no fue accidental: Lituania celebra su Día de la Independencia el 16 de febrero, en conmemoración de la fundación del Estado en 1918.

Durante esas fiestas, las calles de la antigua capital de Lituania, Kaunas, atraen manifestaciones de neonazis marcadas por el uso de esvásticas modificadas, cantos nacionalistas y discursos de odio racista.

Los carteles estaban pegados a lo largo de la ruta que suelen seguir estas manifestaciones, en lo que parece un intento de responder de forma preventiva a las consignas contra los migrantes.

¿Afán persecutorio?

Sin embargo, a juicio de un experto en lingüística, el fiscal del caso pretende probar que Viktorija y sus amigos estaban instando a usar la violencia contra los refugiados que viven en Rukla. Asimismo, el experto de la acusación llegó incluso a interpretar el mensaje del cartel como una incitación potencial a causar daños a las tropas militares acuarteladas en el área de Rukla.

Mientras tanto, la defensa presentó cinco dictámenes de expertos independientes con una interpretación alternativa del mensaje en los carteles, explicando al tribunal que el mensaje más probable procede de Australia, y que se trataba claramente de un discurso político destinado a criticar la práctica de gestión de los centros de detención de migrantes.

La tercera audiencia del juicio está prevista para finales de febrero.

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