Democracia y Justicia

Las ciudades santuario cuestionan las políticas que ponen coto a la migración

Mientras los líderes europeos se afanan en cerrar fronteras, un número creciente de ciudades han decidido no acatar a ciegas las restrictivas políticas de migración de los gobiernos nacionales y ofrecer un santuario para los refugiados.

by Jascha Galaski

Cada vez llegan menos migrantes a las costas de los Estados miembros de la UE. Los líderes europeos han conseguido externalizar satisfactoriamete el control fronterizo. En la actualidad, resulta casi imposible para los refugiados que siguen la ruta del Mediterráneo Central encontrar asilo en la Fortaleza Europa.

Esta circunstancia es resultado de los acuerdos que la Unión Europea ha cerrado con terceros países, especialmente con el Gobierno libio, contando con el respaldo de las Naciones Unidas. En el marco de este acuerdo, las fuerzas europeas proporcionan formación a la Guardia Costera libia. Por desgracia, el plan de estudios no parece incluir ningún tema sobre derechos humanos.

Un vídeo del New York Times muestra perturbadoras escenas en las que agentes de la Guardia Costera libia observan pasivamente cómo decenas de personas se ahogan, al tiempo que amenazan a la tripulación del barco perteneciente a la ONG alemana Sea-Watch y le impiden realizar sus labores de rescate.

Mientras los Estados miembros de la UE se afanan en hermetizar sus fronteras y parecen aceptar sin más la muerte de miles de personas en el Mediterráneo, un número creciente de ciudades han decidido desafiar a los gobiernos nacionales y hacer las veces de santuario para migrantes y refugiados.

"Acogida incondicional" para los refugiados

Influyentes políticos locales han decidido no acatar a pies juntillas las restrictivas políticas migratorias de sus respectivos gobiernos. En Italia, los alcaldes de Florencia, Palermo y Nápoles se han opuesto abiertamente a la ley antiinmigración aprobada recientemente, que limita los permisos de residencia y facilita la expulsión de inmigrantes. La ley también cancela la protección humanitaria y ha supuesto el cierre del segundo centro de acogida más grande de Italia, lo que ha obligado a cientos de migrantes a echarse a la calle.

El alcalde de Palermo, Leoluca Orlando, quien acusó al ministro del Interior Matteo Salvini de difundir noticias falsas sobre los refugiados y fomentar la delincuencia con su discurso xenófobo, se ha convertido en un símbolo de la resistencia a la dura línea adoptada por la política migratoria nacional. Más recientemente, Orlando retó de nuevo a Salvini, al ignorar la nueva ley de inmigración y registrar a cuatro migrantes como residentes de pleno derecho en su ciudad.

En Francia, ciudades y municipios se han unido para mostrar su "acogida incondicional" a los refugiados y exigir que el gobierno nacional, que ha ha aprobado hace poco leyes migratorias más estrictas, asuma su responsabilidad y proporcione soluciones para la acogida de inmigrantes, así como alojamiento y apoyo para estos.

En Bélgica, más de 60 municipios francófonos se han unido al movimiento de las communes hospitalières ("comunidades hospitalarias"), comprometiéndose a aplicar políticas de acogida y a movilizar a sus ciudadanos a favor de los refugiados.

En Polonia, la ciudad de Gdańsk ha sido una de los bastiones de solidaridad con migrantes y refugiados. El líder de facto de Polonia, Jarosław Kaczyński, ha advertido en otras ocasiones que los migrantes portan "todo tipo de parásitos" y que quieren imponer la sharia y utilizar las iglesias como "retretes", Paweł Adamowicz, alcalde de Gdańsk hasta que su trágico asesinato durante un evento benéfico el pasado mes de enero, logró que los vecinos de la ciudad cerraran filas en torno a migrantes y refugiados, y anunció que Gdánsk está preparada para acoger más personas aún.

Un proyecto iniciado por EUROCITIES, red formada por más de 140 grandes ciudades europeas, busca tratar la acogida e integración de refugiados y solicitantes de asilo. Berlín es el miembro más joven del club de "Ciudades Solidarias", del que también son miembros ciudades portuarias europeas como Barcelona, Atenas, Nápoles, Hamburgo o Róterdam.

Solidaridad con las organizaciones de salvamento privadas

Aparte de la divergencia general sobre políticas migratorias, el mayor desacuerdo entre las ciudades santuario y los gobiernos nacionales radica en qué hacer con las personas rescatadas en el Mediterráneo. Los líderes europeos son incapaces de encontrar soluciones sostenibles, pero las ciudades han expresado su voluntad de recibir más inmigrantes.

A finales del año pasado, 32 personas fueron rescatadas por el barco Sea-Watch 3, que se vio obligado a permanecer anclado frente a las costas de Malta durante varias semanas a la espera de autorización para atracar. Mientras los líderes europeos cavilaban sobre qué hacer con esas personas, más de 30 Bundesländer y ciudades alemanas declararon que las acogerían de buen grado en sus comunidades.

En Italia, los mismos alcaldes que se oponen a la ley de inmigración de Salvini han criticado vehementemente su postura ante las operaciones de las ONG de salvamento en el Mediterráneo. También han declarado su voluntad de abrir sus puertos a los barcos de la ONG alemana con migrantes rescatados a bordo.

En España, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, pidió al gobierno de la nación que permitiera al barco de la ONG Proactiva Open Arms zarpar del puerto de esa ciudad. La ONG había sido acusada de haber incumplido la normativa marítima en misiones de rescate anteriores.

Obtener voz y voto

Sin embargo, las ciudades tienen poco margen de maniobra, porque las políticas de asilo son competencia nacional y los presupuestos locales no suelen bastar para costear la acogida de más refugiados. Como resultado, ha surgido un movimiento de "Ciudades sin Miedo", que pretenden hacer las veces de contrapeso de las políticas centrales. El primer encuentro tuvo lugar en Barcelona en 2018 y le han seguido otras cumbres regionales en ciudades como Bruselas, Varsovia o Nueva York.

Este movimiento defiende la descentralización del poder, de manera que ciudades y municipios puedan tomar decisiones sobre los asuntos que les conciernen. Este enfoque de abajo arriba tiene la ventaja adicional de otorgar voz y voto a la sociedad civil, a la que afectan directamente las decisiones adoptadas en la esfera nacional y también europea.

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